miércoles, 13 de junio de 2007

El Titere, El Objeto

El Titere

El titere nació del primer amanecer
Cuando el hombre vió
Por primera vez, su propia sombra.
Y descubrio que era él,

yal mismo tiempo

No era él

Por eso el titere

Al igual qe su sombra

Vivirá con él y morirá

Con él.


Javier Villafañe.




Semiótica en el teatro de Objetos-Titeres


"El títere se constituye como Signo Ambivalente: es inanimado y sin embargo parece vivo"

Rafael Curci es titiritero, autor y director de teatro de títeres y radica en Argentina. Entre sus obras destacan "El Ángel Terminal", "Ilusiones y mareas y Fábula de Basilisa la luz y el fuego", entre otras. El presente artículo es un fragmento del capítulo Signos y Títeres perteneciente a su libro "De los Objetos y otras manipulaciones titiriteras".

EL TÍTERE COMO SIGNO AMBIVALENTE

Por Rafael Curci

"El signo es la cosa predominante en el teatro"
Giraudoux

Una de las particularidades propias del teatro de títeres ocurre durante la representación. Ésta consiste en que el público está viendo- al mismo tiempo que el propio titiritero- al personaje- títere, solo que desde otro ángulo.

Para el público no hay opciones, ve lo que ve. Pero ¿ qué es lo que ve? Básicamente, lo que el espectador observa durante una representación -más allá del universo dramático en que se inscriba-, es la manipulación más o menos elaborada de un objeto, que a su vez trasmite una serie de signos que integran un lenguaje.

El lenguaje es el conjunto de signos con los cuales el títere codifica su mensaje para que el receptor-espectador lo decodifique y pueda entenderlo.
La unidad de comunicación está compuesta por dos elementos: el significado que es la representación mental de un concepto, y el significante, que es la imagen (signo) que representa el concepto.

La existencia misma de una acción teatral por más elemental que sea, sugiere una significación.

Dentro del marco de la representación, el carácter sígnico de toda acción se acentúa, en la medida de que algo ficticio se exhibe mediante una forma de ejecución. El elemento primario en una representación de títeres (además de la colaboración de otros signos como los verbales, escenográficos, musicales, etc.), viene dado por un cuerpo que no es humano, que se sostiene y se mueve gracias a la intervención de un manipulador que a su vez se constituye en un signo, dado que es perceptible más allá de que esté oculto o a la vista del público.

Un cuerpo que no es humano y que se presenta como una cosa porque alguien lo exhibe de manera tal que simula vida, y al hacerlo lo separa de los sucesos reales, lo constituye como un signo. De ahí en más pasan a ser significantes los movimientos que hace ese cuerpo y el espacio en que se inscriben.

Pero ¿Qué ve el espectador? En el artículo "Cuerpo, Tiempo y Espacio en el Teatro de Títeres" Ariel Bufano exponía:

"El titiritero (su cuerpo) no es lo que percibe el público y sin embargo tampoco es el otro (cuerpo del títere). El cuerpo del títere sólo es un trozo de cartapesta, madera o espuma de goma y el público no ve esto. Ve a un personaje en su cuerpo"

No comparto este concepto pues entiendo que el títere -en cuanto signo constituido-, plantea una doble percepción para el espectador.

A mi modo de ver éste fenómeno, el público percibe dos instancias de un mismo signo:

a)Percibe a los títeres como muñecos u objetos, esto es, objetivando su carácter inanimado. Esa ?cosa? que se muestra ante sus ojos es algo artificial, echo de materiales diversos y carente de autonomía para moverse por sí solo.

b)Percibe al mismo tiempo que, cuando ese objeto se mueve en función dramática adquiere un rango de vida, que es concedida mediante la acción de un manipulador (oculto o a la vista), el titiritero.

Durante la representación titiritera el espectador entra en el plano de las convenciones y acepta esta particular lectura que le impone el signo.

Su conciencia de que los objetos no están vivos se modifica a medida que los títeres adquieren facultades de personajes dentro del plano de la ficción, donde su existencia se vuelve posible, original, concreta. Pero aún así, en el caso que el espectador acepte ese sujeto escénico, el mismo nunca perderá su condición de "cosa", de objeto espurio, en virtud de que en ningún momento
abandona su condición artificial, más allá de establecerse como personaje.

En consecuencia, entiendo que el títere se constituye como Signo Ambivalente: es un objeto que, movido en función dramática simula vida, y al mismo tiempo, se percibe como algo espurio, inorgánico, artificial.

Es ambivalente en la medida en que se presta a dos interpretaciones opuestas: es inanimado y sin embargo parece vivo.

Y justamente, dado su carácter de Signo Ambivalente define también la doble existencia del títere: el objeto es percibido desde su artificialidad y, al mismo tiempo, como personaje escénico.

Constituido como tal, el signo-títere proyecta a su vez un variado conjunto de signos ( lingüísticos, icónicos, miméticos, kinésicos, etc.) que le confieren un carácter metaforizante (allí donde hay metáfora hay necesariamente dos signos o conjunto de signos). Y cuando el signo-títere la metaforización y opera en distintos niveles, eventualmente se torna simbólico.

Hoy por hoy sabemos que el símbolo es un signo metaforizado y esa cualidad es innata en los títeres, una parte indisoluble y claramente perceptible de su identidad escénica.

"El estereotipo nada tiene que ver con los títeres; es la concepción estática y banal de un personaje que se expresa con clichés."

LA TIPIFICACIÓN EN LA INTERPRETACIÓN DE UN PERSONAJE

Existe una constante en la interpretación titiritera en relación a cierto estilo para representar determinados personajes-tipo.

Los personajes tipo se encuentran particularmente en las formas teatrales de gran tradición histórica donde los caracteres recurrentes representan grandes tipos humanos, cuyos rasgos son reconocidos a simple vista por el público.

La tipificación consiste en la caracterización de un personaje convencional, que posee cualidades físicas, psicológicas o morales reconocibles por la audiencia o por buena parte de ella. Mediante el efecto de la tipificación, el personaje no representa si no un individuo, al menos a un grupo bastante restringido de personas, cuyos rasgos humanos son explícitamente identificables.

El teatro de títeres dispone de una larga tradición a través de los siglos y valiéndose de ella, supo capitalizar distintas corrientes originadas en el teatro para reformularlas de acuerdo a su lenguaje expresivo.

La Comeddia dell Arte y muchos de sus personajes (el doctor, el avaro, Polichinela, el sirviente, la comadrona, el capitán, etc) se instalaron de repente en los retablos adaptándose a las múltiples técnicas titiriteras, pero conservando siempre su espíritu original, su tipo.

Los cómicos de la Comeddia interpretaban sus roles con máscaras grotescas y vestuarios distintivos, sintetizando en pocos gestos y escasas palabras la esencia de su carácter, sus intenciones, y el rol en la trama que debían cumplir.

No tardó en aparecer Pantaleón, el viejo avaro que quería conquistar a la dulce Colombina, que a su vez era pretendida por el joven Brigella, y sus dos revoltosos sirvientes: Arlequín y Polichinela.

Esta comedia de enredos se representaba con las típicas máscaras de los personajes de la Comeddia pero ahora sin actores; los títeres de guante hacían de las suyas en un modesto palco o retablo, acentuando el tono burlón de la farsa con diálogos cortos y picarescos, corridas y cachiporras a granel.

Con el correr del tiempo estas máscaras se fueron trasformando o bien adaptando a otros tipos y modos locales, resumiendo en una mueca todos los rasgos de un individuo que, finalmente, tenía un poco de todos y a su vez era claramente reconocible.

Todos estos atributos, sumados a la abstracción de caracteres para representar grandes tipos humanos que sintetizan los títeres, conformaron la esencia de la tipificación que llega hasta nuestros días.

El títere es una máscara. Aparece y no necesita presentación. Es el enamorado, la bruja, el sabio. Se ve obligado a representar los rasgos más sobresalientes del comportamiento humano reduciéndolos a la quintaesencia y, en el peor de los casos, cayendo en el estereotipo.

El estereotipo nada tiene que ver con los títeres; es la concepción estática y banal de un personaje que se expresa con clichés. Todos sus actos son poco imaginativos, simplones, rudimentarios, basados siempre en un modelo fijo.
Hay una línea muy delgada entre la síntesis acética de un personaje y la banalidad del estereotipo, y el titiritero debe conocer el límite preciso dónde termina uno y empieza el otro.

La tipificación es algo muy distinto; hasta el personaje más elaborado se reduce, de hecho, a un conjunto de rasgos, incluso de signos distintivos, que el titiritero resalta a favor de su personaje.

Un estudio tipológico de los personajes dramáticos revela que algunas figuras proceden de cierta visión intuitiva y mimética del hombre y ellas remiten a complejos comportamientos universales. Dentro de este marco podríamos mencionar a Fausto, Edipo o Fedra como personajes arquetípicos. El interés de estos caracteres es el de superar ampliamente el marco de su situación particular según las distintas dramatúrgias, para erguirse como modelo arcaico universal. El arquetipo sería, por lo tanto, un tipo de personaje particularmente general y recurrente en una obra, una época, en todas las literaturas y mitologías.

No es casual que el teatro de títeres esté colmado de personajes tipificados en virtud de que los mismos recatan y proyectan lo esencial del hombre.

Como legado de la Comeddia Dell Arte italiana el teatro de títeres recibió entre otros tantos, a un personaje socarrón y pendenciero llamado Polichinela, que cruzó el mar y apareció en Inglaterra con el nombre de Punch; Petruchka en la Unión Soviética y Cristobita en España. Todos ellos tienen en común su carácter irascible, el amor a la libertad, el jolgorio y la burla, además de una joroba, la nariz encorvada u otra deformidad innata.

En muchos de estos países, el titiritero incorporó una lengüeta de metal que, aplicada contra el paladar, alteraba el tono de la voz hasta volverlo chillón, artificial. Fue utilizada hace siglos atrás por los Punch- men ingleses, por titiriteros españoles e italianos, incluso sigue en vigencia en algunas representaciones tradicionales en la India y África.

En la actualidad el titiritero se vale del falsete o distorsiona su voz recreando a veces -sin proponérselo-, el modo de hablar de sus predecesores.

Esa distorsión o deformación de la voz natural que utilizan muchos titiriteros para hacer hablar a sus criaturas se convirtió en un sello distintivo dentro del género y este hecho contribuyó en gran parte a la tipificación.

La aparición de personajes netamente tipificados en el género se explica a menudo cuando varios personajes de una obra son interpretados por un mismo titiritero.

Cuando esto ocurre, el intérprete se ve en la necesidad de comprometer al máximo su registro vocal, cuidando de no sacrificar los matices ni de restarle potencia a la emisión de las voces.

En consecuencia, la voz pasa a condensar el carácter del personaje en un tono particular, en un timbre específico y modulado que lo distinguirá de otros que lo acompañan en la misma escena.

Ahora bien; si tenemos en cuenta esta particularidad en la transferencia de la voz y la sumamos a las acciones físicas que puede proyectar un títere ( en función a la técnica y el rol que debe representar), lo que tendremos es la condensación de caracteres de un individuo X , la quintaesencia de un sujeto, en una palabra: la tipificación de un personaje.

"La neutralidad es una actitud hacia el espectador"



TITIRITERO A LA VISTA
Por Rafael Curci

La verdad reside en creer fuertemente en lo que se está haciendo"
Peter Schumann. Bread and Puppet.

Supongamos que concurrimos a una representación titiritera que se efectúa en una pequeña sala, cuyo espacio escénico está determinado por una mesa. Un tapete negro cubre el mostrador; las luces de la sala bajan de intensidad y paulatinamente sumergen al auditorio en una negrura total.

Unos segundos después, la luz de un cenital alumbra el cuerpo de un muñeco que yace acostado sobre la mesa; por detrás aparece un individuo vestido de negro que toma al monigote por el cuello y lo mueve con suma delicadeza. La parte superior del cuerpo del manipulador sobresale notoriamente pese a estar parado detrás del títere; sus manos blancas y la palidez de su rostro se tornan mortecinas por el efecto de la luz.

Durante unos segundos (o en el peor de los casos, durante toda la obra), puede ocurrir que quedemos desconcertados por la presencia de este sujeto.Vemos que "mueve" algo sobre la mesa. Se trata de un muñeco claramente antropomorfo; lo acciona con movimientos precisos simulando que mira, luego se levanta y, acto seguido, lo desplaza sobre la mesa como si caminara.

El rol del manipulador es ahora claro: mueve la figura con intencionalidad, de tal manera que parece vivo. De aquí en más dispone de un breve período de tiempo para neutralizar su presencia, su poder sígnico, siempre y cuando su intenciónesté centrada en que sea el títere quien actúe y se comunique.

Está a la vista, es claramente perceptible, y pese a eso se concentra denodadamente para fusionarse en UNA entidad escénica, ampliando la expresividad del muñeco a través de gestos claros y precisos. Toda su atención está puesta en las acciones del títere, al tiempo que reprime cualquier gesto o movimiento residual que pueda sugerir su copresencia.

De repente, dos gotas de sudor corren por la frente del titiritero, se abren paso por el entrecejo notoriamente tenso y luego se deslizan por el tabique nasal cuesta abajo, hasta la mismísima punta de la nariz. Y ahí se quedan, oscilando en el vacío como dos perlas de cristal...

A todo esto el auditorio está pendiente de las acciones del muñeco, percibe la tirantez del manipulador y también se percata de las dos gotas. ¿ Caerán al vacío, quedarán colgando de la nariz del pobre hombre durante toda la representación? Exasperado por la molestia o tal vez por lo incómodo de la situación, el titiritero alza el brazo derecho y se pasa abiertamente la manga por el rostro.

Automáticamente "algo" se rompe sin hacer ruido en todos y en cada uno de los que asistimos a la representación. Algunos espectadores abandonan la sala escurriéndose entre las butacas alarmados ante la posibilidad de que el titiritero se suene la nariz con el paño de la mesa.


Hay algunos puntos que el titiritero debe tener en cuenta cuando elige instalarse en el mismo plano que el objeto que manipula y a la vista del público:

a)El objeto es el intermediario entre el titiritero y el espectador. Cuando el manipulador comparte el mismo plano que la figura acentúa la artificialidad del títere y, en consecuencia, el rol del titiritero trasciende la simple operatoria del objeto; su copresencia se vuelve parte integral de todo lo que ocurre en escena.

b)El manipulador utiliza sus fuentes motoras (física, vocal, gestual) proyectándola sobre el objeto que anima con el fin de fundirse en UNA entidad escénica, en un personaje. Cuando esta operatoria ocurre a la vista del público, la existencia del personaje queda ligada a la del manipulador y en consecuencia, todas las acciones que se produzcan en el plano de la ficción involucrarán a ambos.

c)Cuando el manipulador se ubica en el mismo plano que la figura provoca un choque de signos por más neutra que sea su actitud. Sus gestos, los desplazamientos que ejecuta con el objeto y la interacción que logra en el plano dramático a través del personaje se exhiben ante los ojos del espectador, nunca desaparece. Eso que se define como neutralidad o modo neutro que utiliza el titiritero para velar su copresencia junto al títere, es en realidad un acto figurado de inversión sígnica; vale decir, intenta inhibir de alguna manera su cualidad de signo para favorecer las acciones del objeto que manipula. Y al hacerlo, ejecuta una serie de gestos que sugieren una neutralidad, cuya mecánica consiste en la supresión de cualquier actitud o movimiento residual que pueda desviar la atención del espectador hacia él. A menudo se escuchan frases tales como "todo objeto bien manipulado neutraliza la presencia del titiritero" o " el titiritero siempre tiene que estar mirando a su títere para no distraer la atención". La neutralidad o lo neutro es, creo, una actitud sugerida hacia el espectador, una prouesta de hacer cómplice a la audiencia de un acto de copresencia aceptada muchas veces por simple convención y otras por persistencia.


1 comentario:

lavalijatiteres@yahoo.com.ar dijo...

Ha, soy Natalia de la valija, teatro de títeres. me encantó este aitio.
muchas gracias.
e-mail lavalijatiteres@yahoo.com.ar